Facultad
de Teología de la USTA/Asignatura: Patrología
Seminarista:
Michael Daniel Cuevas
Concilio
II de Constantinopla 553.
Convocado por
la autoridad del Papa Virgilio, condenó la herejía de los "tres capítulos",
confirmando la doctrina de los concilios anteriores sobre la Trinidad, la
divinidad de Jesucristo y maternidad divina de María. Condenó el Monofisismo
Este concilio
llego a las siguientes declaraciones:
Confesamos
mantener y predicar la fe dada desde el principio por el grande Dios y Salvador
nuestro Jesucristo a sus Santos Apóstoles y por éstos predicada en el mundo
entero; también los Santos Padres y, sobre todo, aquellos que se reunieron en
los cuatro santos concilios la confesaron, explicaron y transmitieron a las
santas Iglesias. A estos Padres seguimos y recibimos por todo y en todo... Y
todo lo que no concuerda con lo que fue definido como fe recta por los dichos
cuatro concilios, lo juzgamos ajeno a la piedad, y lo condenamos y anatematizamos.
Anatematismos
sobre los tres capítulos:
Can. 2. Si
alguno no confiesa que hay dos nacimientos de Dios Verbo, uno del Padre, antes
de los siglos, sin tiempo e incorporalmente; otro en los últimos días, cuando
El mismo bajó de los cielos, y se encarnó de la santa gloriosa madre de Dios y
siempre Virgen María, y nació de ella; ese tal sea anatema.
Can. 3. Si
alguno dice que uno es el Verbo de Dios que hizo milagros y otro el Cristo que
padeció, o dice que, Dios Verbo está con el Cristo que nació de mujer o que
está en El como uno en otro; y no que es uno solo y el mismo Señor nuestro
Jesucristo, el Verbo de Dios que se encarnó y se hizo hombre, y que de uno
mismo son tanto los milagros como los sufrimientos a que voluntariamente se
sometió en la carne, ese tal sea anatema.
Can. 4. Si
alguno dice que la unión de Dios Verbo con el hombre se hizo según gracia o
según operación, o según igualdad de honor, o según autoridad, o relación, o
hábito, o fuerza, o según buena voluntad, como si Dios Verbo se hubiera
complacido del hombre, por haberle parecido bien y favorablemente de El, como
Teodoro locamente dice; o según homonimia, conforme a la cual los nestorianos
llamando a Dios Verbo Jesús y Cristo, y al hombre separadamente dándole nombre
de Cristo y de Hijo, y hablando evidentemente de dos personas, fingen hablar de
una sola persona y de un solo Cristo según la sola denominación y honor y
dignidad y admiración; mas no confiesa que la unión de Dios Verbo con la carne
animada de alma racional e inteligente se hizo según composición o según
hipóstasis, como enseñaron los santos Padres; y por esto, una sola persona de
El, que es el Señor Jesucristo, uno de la Santa Trinidad; ese tal sea anatema.
Porque, como quiera que la unión se entiende de muchas maneras, los que siguen
la mpiedad de Apolinar y de Eutiques, inclinados a la desaparición de los
elementos que se juntan, predican una unión de confusión. Los que piensan como
Teodoro y Nestorio, gustando de la división, introducen una unión habitual.
Pero la Santa Iglesia de Dios, rechazando la impiedad de una y otra herejía,
confiesa la unión de Dios Verbo con la carne según composición, es decir, según
hipóstasis. Porque la unión según composición en el misterio de Cristo, no sólo
guarda inconfusos los elementos que se juntan, sino que tampoco admite la
división.
Can. 5. Si
alguno toma la única hipóstasis de nuestro Señor Jesucristo en el sentido de
que admite la significación de muchas hipóstasis y de este modo intenta
introducir en el misterio de Cristo dos hipóstasis o dos personas, y de las dos
personas por él introducidas dice una sola según la dignidad y el honor y la
adoración, como lo escribieron locamente Teodoro y Nestorio, y calumnia al
santo Concilio de Calcedonia, como si en ese impío sentido hubiera usado de la
expresión «una sola persona»; pero no confiesa que el Verbo de Dios se unió a
la carne según hipóstasis y por eso es una sola la hipóstasis de El, o sea, una
sola persona, y que así también el santo Concilio de Calcedonia había confesado
una sola hipóstasis de nuestro Señor Jesucristo; ese tal sea anatema. Porque la
santa Trinidad no admitió añadidura de persona o hipóstasis, ni aun con la
encarnación de uno de la santa Trinidad, el Dios Verbo.
Can. 6. Si
alguno llama a la santa gloriosa siempre Virgen María madre de Dios., en
sentido figurado y no en sentido propio, o por relación, como si hubiera nacido
un puro hombre y no se hubiera encarnado de ella el Dios Verbo, sino que se
refiriera según ellos el nacimiento del hombre a Dios Verbo por habitar con el
hombre nacido; y calumnia al santo Concilio de Calcedonia, como si en este
impío sentido, inventado por Teodoro, hubiera llamado a la Virgen María madre
de Dios; o la llama madre de un hombre o madre de Cristo, como si Cristo no
fuera Dios, pero no la confiesa propiamente y según verdad madre de Dios,
porque Dios Verbo nacido del Padre antes de los siglos se encarnó de ella en
los últimos días, y así la confesó piadosamente madre de Dios el santo Concilio
de Calcedonia, ese tal sea anatema.
Can. 7. Si
alguno, al decir «en dos naturalezas», no confiesa que un solo Señor nuestro
Jesucristo es conocido como en divinidad y humanidad, para indicar con ello la
diferencia de las naturalezas, de las que sin confusión se hizo la inefable
unión; porque ni el Verbo se transformó en la naturaleza de la carne, ni la
carne pasó a la naturaleza del Verbo (pues permanece una y otro lo que es por
naturaleza, aun después de hecha la unión según hipóstasis), sino que toma en
el sentido de una división en partes tal expresión referente al misterio de
Cristo; o bien, confesando el número de naturalezas en un solo y mismo Señor
nuestro Jesucristo, Dios Verbo encarnado, no toma en teoría solamente la
diferencia de las naturalezas de que se compuso, diferencia no suprimida por la
unión (porque uno solo resulta de ambas, y ambas son por uno solo), sino que se
vale de este número como si [Cristo] tuviese las naturalezas separadas y con
personalidad propia, ese tal sea anatema.
Can. 8. Si
alguno, confesando que la unión se hizo de dos naturalezas: divinidad y
humanidad, o hablando de una sola naturaleza de Dios Verbo hecha carne, no lo
toma en el sentido en que lo enseñaron los Santos Padres, de que de la
naturaleza divina y de la humana, después de hecha la unión según la
hipóstasis, resultó un solo Cristo; sino que por tales expresiones intenta
introducir una sola naturaleza o sustancia de la divinidad y de la carne de
Cristo, ese tal sea anatema. Porque al decir que el Verbo unigénito se unió
según hipóstasis, no decimos que hubiera mutua confusión alguna entre las
naturalezas, sino que entendemos más bien que, permaneciendo cada una lo que
es, el Verbo se unió a la carne. Por eso hay un solo Cristo, Dios y hombre, el
mismo consustancial al Padre según la divinidad, y
el mismo consustancial a nosotros según la humanidad. Porque por modo igual
rechaza y anatematiza la Iglesia de Dios, a los que dividen en partes o cortan
que a los que confunden el misterio de la divina economía de Cristo.
Can. 9. Si
alguno dice que Cristo es adorado en dos naturalezas, de donde se introducen
dos adoraciones, una propia de Dios Verbo y otra propia del hombre; o si
alguno, para destrucción de la carne o para confusión de la divinidad y de la
humanidad, o monstruosamente afirmando una sola naturaleza o sustancia de los
que se juntan, así adora a Cristo, pero no adora con una sola adoración al Dios
Verbo encarnado con su propia carne, según desde el principio lo recibió la
Iglesia de Dios, ese tal sea anatema.
Can. 10. Si
alguno no confiesa que nuestro Señor Jesucristo, que fue crucificado en la
carne, es Dios verdadero y Señor de la gloria y uno de la santa Trinidad, ese
tal sea anatema.
Can. 11. Si
alguno no anatematiza a Arrio, Eunomio, Macedonio, Apolinar, Nestorio, Eutiques
y Orígenes, juntamente con sus impíos escritos, y a todos los demás herejes,
condenados por la santa Iglesia Católica y Apostólica y por los cuatro
antedichos santos Concilios, y a los que han pensado o piensan como los
antedichos herejes y que permanecieron hasta el fin en su impiedad, ese tal sea
anatema.
Can. 12. Si
alguno defiende al impío Teodoro de Mopsuesta, que dijo que uno es el Dios
Verbo y otro Cristo, el cual sufrió las molestias de las pasiones del alma y de
los deseos de la carne, que poco a poco se fue apartando de lo malo y así se
mejoró por el progreso de sus obras, y por su conducta se hizo irreprochable,
que como puro hombre fue bautizado en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, y por el bautismo recibió la gracia del Espíritu Santo y fue
hecho digno de la filiación divina; y que a semejanza de una imagen imperial,
es adorado como efigie de Dios Verbo, y que después de la resurrección se
convirtió en inmutable en sus pensamientos y absolutamente impecable; y dijo
además el mismo impío Teodoro que la unión de Dios Verbo con Cristo fue como la
de que habla el Apóstol entre el hombre y la mujer: Serán dos en una sola carne;
y aparte otras incontables blasfemias, se atrevió a decir que después de la
resurrección, cuando el Señor sopló sobre sus discípulos y les dijo: Recibid el
Espíritu Santo, no les dio el Espíritu Santo, sino que sopló sobre ellos sólo
en apariencia; éste mismo dijo que la confesión de
Tomás al tocar las manos y el costado del Señor, después de la resurrección:
Señor mío y Dios mío, no fue dicha por Tomás acerca de Cristo, sino que
admirado Tomás de lo extraño de la resurrección glorificó a Dios que había
resucitado a Cristo.
Y lo que es
peor, en el comentario que el mismo Teodoro compuso sobre los Hechos de los
Apóstoles, comparando a Cristo con Platón, con Maniqueo, Epicuro y Marción dice
que a la manera que cada uno de ellos, por haber hallado su propio dogma,
hicieron que sus discípulos se llamaran platónicos, maniqueos, epicúreos y
marcionitas; del mismo modo, por haber Cristo hallado su dogma, nos llamamos de
El cristianos; si alguno, pues, defiende al dicho impiísimo Teodoro y sus
impíos escritos, en que derrama las innumerables blasfemias predichas, contra
el grande Dios y Salvador nuestro Jesucristo, y no le anatematiza juntamente
con sus impíos escritos, y a todos los que le aceptan y vindican o dicen que
expuso ortodoxamente, y a los que han escrito en su favor y en favor de sus
impíos escritos, o a los que piensan como él o han pensado alguna vez y han
perseverado hasta el fin en tal herejía, sea anatema.
Can. 13. Si
alguno defiende los impíos escritos de Teodoreto contra la verdadera fe y
contra el primero y santo Concilio de Efeso, y San Cirilo y sus doce capítulos
(anatematismos, v. 113 ss), y todo lo que escribió en defensa de los impíos
Teodoro y Nestorio y de otros que piensan como los antedichos Teodoro y
Nestorio y que los reciben a ellos y su impiedad, y en ellos llama impíos a los
maestros de la Iglesia que admiten la unión de Dios Verbo según hipóstasis, y
no anatematiza dichos escritos y a los que han escrito contra la fe recta o
contra San Cirilo y sus doce Capítulos, y han perseverado en esa impiedad, ese
tal sea anatema.
Can. 14. Si
alguno defiende la carta que se dice haber escrito Ibas al persa Mares, en que
se niega que Dios Verbo, encarnado de la madre de Dios y siempre Virgen María,
se hiciera hombre, y dice que de ella nació un puro hombre, al que llama
Templo, de suerte que uno es el Dios Verbo, otro el hombre, y a San Cirilo que
predicó la recta fe de los cristianos se le tacha de hereje, de haber escrito
como el impío Apolinar, y se censura al santo Concilio primero de Efeso, como
si hubiera depuesto sin examen a Nestorio, y la misma impía carta llama a los
doce capítulos de San Cirilo impíos y contrarios a la recta fe, y vindica a
Teodoro y Nestorio y sus impías doctrinas y escritos; si alguno, pues, defiende
dicha carta y no la anatematiza juntamente con los que la defienden y dicen que
la misma o una parte de la misma es recta, y con los que han escrito y escriben
en su favor y en favor de las impiedades en ella contenidas, y se atreven a
vindicarla a ella o a la impiedades en ellas contenidas en nombre d los Santos
Padres o del santo Concilio de Calcedonia, y en ello han perseverado hasta el
fin, ese tal sea anatema.
Así, pues,
habiendo de este modo confesado lo que hemos recibido de la Divina Escritura y
de la enseñanza de los Santos Padres y de lo definido acerca de la sola y misma
fe por los cuatro antedichos santos Concilios; pronunciada también por nosotros
condenación contra los herejes y su impiedad, as¡ como contra los que han
vindicado o vindican los tres dichos capítulos, y que han permanecido o
permanecen en su propio error; si alguno intentare transmitir o enseñar o
escribir contra lo que por nosotros ha sido piadosamente dispuesto, si es
obispo o constituido en la clerecía, ese tal, por obrar contra los obispos y la
constitución de la Iglesia, será despojado del episcopado o de la clerecía; si
es monje o laico, será anatematizado.
Referencias
Bibliográficas:
Denzinger E,
“El magisterio de la Iglesia, manual de los símbolos, definiciones y
declaraciones de la Iglesia en materia de fe y costumbres” editorial Herder,
Tercera Edición, Barcelona 1963.
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