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Facultad
de Teología de la USTA/Asignatura: Patrología
Seminarista:
Michael Daniel Cuevas
Bogotá:
22 de mayo de 2015.
Teología
de Apolinar de Laodicea.
Apolinar es
autor de la primera gran herejía cristológica. Nació en Laodicea de Siria hacia
el año 310, hijo de un presbítero y gramático llamado asimismo Apolinar. Fue
íntimo amigo de San Atanasio, lo que le valió ser excomulgado el 342 por
Georgio, obispo arriano de su ciudad natal. Sin embargo, el 346 pudo recibir a
Atanasio a su vuelta del exilio, y hacia el año 361 fue elegido obispo de la
comunidad nicena de Laodicea, cargo que ocupó hasta su muerte. Tuvo gran éxito
como profesor que sabía combinar la erudición clásica con la habilidad
retórica, hasta el punto de contar entre sus alumnos en Antioquía a San
Jerónimo el año 374 (cf. Ep. 84,3). Uno de los escritores eclesiásticos más
fecundos y versátiles de su tiempo, combatió a los arrianos al flanco de
Atanasio y Basilio Magno, hasta que él mismo fue condenado al final como
hereje.
En la Obras
exegéticas sólo quedan Comentarios a los libros del Antiguo y Nuevo Testamento fragmentos
diseminados en numerosas catenae, donde esperan una mano que los reúna y edite
críticamente. Sus obras apologéticas se cuenta con treinta libros contra el
neoplatónico Porfirio. San Jerónimo dice (De vir. ill. 104) que “se los
consideraba generalmente como una de sus mejores obras”; Filostorgio no duda en
declarar (Hist. eccl. 8,14) que los tratados escritos anteriormente contra
Porfirio por Metodio (cf. vol.1 p.429) y por Eusebio quedaron eclipsados por la
gran refutación de Apolinar.
Sólo sabemos de unos pocos
escritos antiheréticos. Uno de ellos iba dirigido contra el obispo arriano
Eunomio de Cícico (cf. supra, p.321), y otro contra Marcelo de Ancira (cf.
supra, p.207), a quien acusó de sabelianismo (jerónimo, De vir. ill. 86). Se
han salvado solamente los títulos. En cambio, se conservan algunos fragmentos
de sus tratados contra Diodoro de Tarso y contra Flaviano de Antioquía, donde
defendía la unidad de divinidad y humanidad en Cristo. Sus obras dogmáticas a primera
vista resultan extraño que se haya conservado el texto íntegro de algunas de
sus obras donde se encuentran sus errores cristológicos.
Una Profesión detallada de fe. Atribuida
a Gregorio Taumaturgo. A San Atanasio le fueron atribuidas tres obras: 1) Un
sermón de Epifanía, titulado Quod unus sit Christus; 2) De incarnatione Dei
Verbi, y 3) una Profesión de fe dirigida al emperador Joviano. Bajo el nombre
del papa Julio I (337-352) se han podido descubrir tres obras: 1) De unione
corporis et divinitatis in Christo; 2) De fide et incarnatione, y 3) una
extensa carta dirigida al presbítero Dionisio. Su obra dogmática más importante
se puede reconstruir en parte gracias a la refutación de Gregorio de Nisa en su
Antirrheticus. Su título era Demostración de la encarnación de Dios según la
imagen de Dios. La compuso entre los años 376 y 380. Seguía en ella la división
tripartita del hombre, que había puesto en circulación Platón: cuerpo, alma y
espíritu. Gregorio rechaza esta “tricotomía,” basándose en que la Escritura
sólo reconoce una “dicotomía” en cuerpo y alma, como puede verse en la
narración de la creación del hombre en el Génesis y en la narración de la
muerte del Señor en los Evangelios (Antirrhet. 8,35). Del diálogo 5
pseudoatanasiano De sancta Trinitate se puede entresacar un corto tratado,
Recapitulatio. Resume las principales doctrinas cristológicas y es, al parecer,
un epítome de una obra más extensa que ya no existe En florilegios y en citas
de otros autores se conservan numerosos fragmentos de sus estudios cristológicos.
Por ejemplo, el Eranistes de Teodoreto contiene algunos fragmentos muy
extensos.
Su Teología
representa la forma científica de un monofisitismo simplista basado en la
antropología de Platón. Ambas interpretaciones no tienen en cuenta sus razones
últimas. Sus obras nos le muestran como un teólogo de mente penetrante y
reflexiva y de una habilidad dialéctica excepcional. Su filosofía es
sincretista, que combina elementos tanto peripatéticos como estoicos. Fue su
oposición a los arrianos la que le llevó a inventar su teoría.
Uno de sus principales motivos fue su
celo por la absoluta unidad de la divinidad y de la humanidad en Cristo y por
la divinidad del Redentor. Vio un posible peligro contra estos dogmas en la
doctrina de los arrianos sobre el desarrollo y crecimiento moral en la vida de
Cristo. La doctrina corriente en la escuela de Antioquía no le satisfacía, y
quiso buscar una solución mejor que excluyera toda tendencia a interpretar como
una doble personalidad la estrecha unión de Dios y hombre en Cristo. El miedo a
separar las dos naturalezas y el deseo de comprender lo más profundamente
posible la unidad del Logos encarnado dominaron todo su pensamiento. Por esta
razón recurre a las actas del sínodo del año 268, que condenó a Pablo de Samosata
y su herejía.
Sin embargo, su propia teoría no era en
absoluto una solución. Su error fundamental consistía en la mutilación de la
humanidad de Cristo. Siguiendo a Platón, afirmaba que en ei hombre coexisten
cuerpo, alma y espíritu (voto). El segundo de estos tres elementos es el alma
irracional o animal, el principio de la vida; el tercero, el espíritu o mente,
es el alma racional, el principio determinante, que controla. Segun Apolinar,
en Cristo se daban el cuerpo humano y el alma irracional, los dos primeros
elementos; pero no así el tercero, el espíritu humano o alma racional, estando
éste reemplazado por el Logos divino. De esta manera poseía la divinidad
completa, pero su humanidad era incompleta. Esta solución le parecía a Apolinar
que daba cuenta de todas las dificultades e interpretaba correctamente el
pasaje del prólogo del evangelio de San Juan: “El Verbo se hizo carne,” que
significa que la divinidad del Logos se unió solamente a la corporalidad del
hombre y habitó como alma en el cuerpo que recibiera de la Virgen María. Cristo
no pudo tener una humanidad completa por dos razones. La razón metafísica es
que dos seres perfectos, Dios y hombre, no pueden producir una unidad, sino
sólo un ser híbrido. Por esta razón considera absurda la doctrina de la unión
de la divinidad perfecta con la humanidad perfecta en una sola persona, porque
dos enteros no pueden estar en un solo entero. La razón psicológica es que el
alma racional constituye la sede y el centro del poder de autodeterminarse para
el bien o para el mal, lo cual atribuiría a Cristo la posibilidad de pecar. Mas
el Salvador tiene que permanecer sin pecado si es que ha de realizarse la
redención. Apolinar estaba convencido de que en Cristo no había más que una
sola naturaleza, la única naturaleza encarnada del Verbo Dios, porque, para la,
“naturaleza” completa es lo mismo que “persona”. Pero no cabe duda de que
Apolinar pensó en una única unidad leal y biológica en Cristo, que une
directamente la divinidad con su cuerpo y forma una sola naturaleza. Vio en
esta fórmula la única genuina explicación de la communicatio idiomatum, de la
concepción virginal, del poder redentor de la muerte de Cristo y del carácter
salvífico de su carne, que recibimos en la Cena del Señor. En De fide et
incarn. 6 (ed. Lietzmann 198/9) afirma lo siguiente: “No hay separación entre
el Logos y su carne mencionada en las Sagradas Escrituras, sino que el mismo es
una sola physis, una sola hypostasis, un solo poder, un solo prosopon, perfecto
Dios y perfecto hombre.”
Su solución satisfizo a las inteligencias
superficiales y racionalistas, porque parecía responder con facilidad a una
difícil cuestión y aportar una prueba evidente en favor de la impecabilidad de
Cristo. Se explica, pues, que hiciera adeptos en las distintas provincias de
Oriente, aun entre obispos. Pero pronto surgieron las dudas, porque su atrevida
teoría estaba en contradicción directa con la doctrina de la Iglesia sobre la
humanidad completa y perfecta de Cristo. Al negar a la persona de Cristo un
alma humana, el elemento más importante de la naturaleza humana, Apolinar
vaciaba de su significado la encarnación y la redención. Por eso Atanasio,
Basilio Magno, Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa, Diodoro de Tarso y
Teodoro de Mopsuestia escribieron sendas refutaciones. En el sínodo de
Alejandría del año 352 se rechazó una doctrina parecida a la de Apolinar
formulando la tesis de que “el Salvador no poseyó un cuerpo sin alma, sin
percepción sensorial ni entendimiento. Como el Salvador se encarnó por
nosotros, era imposible que su cuerpo careciera de inteligencia (νoυς). Además,
no fue sólo el cuerpo el que fue redimido por el Logos, sino también el alma.”
Sus errores pasaron inadvertidos por largo tiempo a causa de su amistad con
Atanasio y su fama de teólogo. Su doctrina no fue censurada explícitamente
hasta los años 377 y 382 en dos sínodos romanos bajo el papa Dámasco.
Finalmente, fue condenada en el concilio ecuménico Constantinopla el 381 y debió
de morir hacia el 390.
Referencias
Bibliográficas:
Quasten J, “Patrología
II la edad de oro de la literatura patrística griega” editorial Biblioteca de
Autores Cristianos, Tercera Edición, Madrid 1977.
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