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Facultad
de Teología de la USTA/Asignatura: Patrología
Seminarista:
Michael Daniel Cuevas
Bogotá:
22 de mayo de 2015.
Teología
de Tertuliano.
Quinto
Septimio Florencio Tertuliano nació en Cartago hacia el 155 de padre centurión.
Abogado en Roma, se convirtió hacia el 193, estableciéndose en Cartago.
Jerónimo afirma que fue ordenado sacerdote, pero lo cierto es que tal dato no
se desprende de sus obras. En torno al 207 adoptó una postura favorable al
montañismo, llegando a ser jefe de un grupo extremo dentro de este movimiento
al que se denominó como tertulianistas y que llegó hasta la época de Agustín de
Hipona. Murió con posterioridad al 220.
Buena parte de
su formación forense queda evidenciada en la obra literaria de Tertuliano, de
manera que es constante en él la utilización de un tono de polémica y
apologética. Entre sus obras apologéticas y polémicas destacan los dos libros A
los paganos, la Apología quizá su obra
más importante, en la que, dirigiéndose a los gobernantes provinciales, suplica
la libertad religiosa para los cristianos, Acerca del testimonio del alma, el
tratado Contra los judíos, el tratado Acerca de la prescripción de los herejes,
Contra Marción, Contra Hermógenes, Contra los valentinianos, Acerca del
bautismo, Contra Práxeas, etc. También ahondó Tertuliano en los terrenos de la
moral y la ascesis (A los mártires, el tratado Acerca de los espectáculos,
Acerca de la oración, Acerca de la penitencia, Acerca del velo de las vírgenes,
Acerca de la corona obra en la que se describen
la guerra y el servicio militar como absolutamente incompatibles con la fe
cristiana, Acerca de la huida de la persecución, Acerca de la idolatría donde
Tertuliano vuelve a repetir sus tesis relacionadas con el hecho de que un
cristiano no puede servir en el ejército, etc.
Es posible que
la contribución principal de Tertuliano a la teología sea en relación con la
doctrina de la Trinidad. Él fue el primero en aplicar el término “Trinitas” a
las tres personas y así en De pud. XXI, habla de la “Trinidad de una divinidad,
Padre e Hijo y Espíritu Santo.” Asimismo expuso la idea de que el Hijo era de
la misma sustancia que el Padre, así como que “hay una sola sustancia en los
tres que están unidos entre sí.” Su doctrina trinitaria se adelantó pues en un
siglo al símbolo de Nicea. Mariológicamente, Tertuliano niega la virginidad de
María durante y después del parto, señalando que “aunque era virgen cuando
concibió, fue mujer cuando dio a luz” (De carne Christi XXIII). Por “hermanos
de Jesús,” lógicamente entiende a los hijos de María según la carne (De carne
Christi VII; Adv. Marc IV, 19, De monog. VIII, De virg. vel. VI). Con todo,
para Tertuliano, María es la segunda Eva. Eclesiológicamente, Tertuliano fue el
primero en aplicar el título de Madre a la Iglesia, “señora madre iglesia” (Ad
mart. I). Esta iglesia es receptora de la fe y custodia de lo revelado, pues
sólo ella posee las Escrituras que los herejes no tienen derecho a utilizar. En
su período montanista, esta visión de la iglesia institución iría cediendo,
lógicamente, ante una visión de la iglesia espiritual formada por los hombres
espirituales. Ambas están enfrentadas y contrapuestas. Sacramentalmente, las
aportaciones de Tertuliano al latín cristiano son realmente notables aunque no
podemos limitarlas sólo a esta área de la teología aunque él no fue, como ha
mostrado A. Kolping, el primero en utilizar el término “sacramentum.” También
es el primer autor que nos ha legado una descripción de la práctica
peni-tencial en la Iglesia primitiva. Por él sabemos que existía un segundo
perdón después del bautismo consistente en arrepentimiento y satisfacción mediante
el cual el pecador podía volver al estado de gracia. Este perdón requería una
confesión pública de pecado y concluía con la absolución pronunciada por el
obispo. Salvo en su época montanista en que restringió el perdón a los “pecados
más leves,” Tertuliano manifiesta que el mismo era aplicable a todo tipo de
pecados. No trató con frecuencia el tema de la Eucaristía, pero parece claro
que considera ésta como sacrificio (De orat XIX) y, desde luego, afirmó la
presencia real (De pud IX, De idol VII). Como él mismo señala: “El pan que
Cristo tomó y dio a sus discípulos, lo hizo su cuerpo diciendo Este es mi
cuerpo” (Adv. Marc. IV, 40). Se ha discutido si la expresión “representare” en
relación al papel que el pan desempeña respecto al cuerpo de Cristo en la
Eucaristía no sería contradictoria con lo anteriormente expuesto. En realidad,
creemos que no, puesto que aquí “representare” tiene el contenido de hacer
presente. El pan es el medio que se utilizaría, pues, para hacer presente el
cuerpo de Cristo no sólo para simbolizarlo en la eucaristía. Escatológicamente,
Tertuliano creía en la existencia de un infierno eterno para los condenados
(Apol. XLVIII) y se basó en el pasaje de Mat 5:25 para abogar por una idea de
purgatorio o purificación del alma “post mortem,” que, no obstante, localiza en
el infierno y durante el período que va de la muerte a la resurrección (De an.
LVIII). Aún más, Tertuliano sostenía que de ese purgatorio “avant la lettre”
sólo estaban excluidos los mártires (De resurr. carnis. XLIII). La situación de
las almas que se hallan en ese estado puede ser aliviada mediante las oraciones
de los vivos, como hacen las esposas que rezan por sus maridos fallecidos (De
monog. X). Finalmente, podemos señalar que Tertuliano creía en el milenarismo y
pensaba que, al fin del mundo, los justos resucitarían para reinar con Cristo
en Jerusalén por un período de mil años (Adv. Marc. III, 24).
Referencias
Bibliográficas:
Bernardino A,
“Patrología III la edad de oro de la literatura patrística Latina” editorial Biblioteca
de Autores Cristianos, Tercera Edición, Madrid 1977.
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