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Facultad
de Teología de la USTA/Asignatura: Patrología
Seminarista:
Michael Daniel Cuevas
Bogotá:
22 de mayo de 2015.
Teología
pelagianista.
Pelagio, nació
en Bretaña hacia el 354, posiblemente hijo de funcionarios romanos de la
región. Entre el 380 y el 384 llegó a Roma, siendo papa Atanasio, y fue
bautizado. Discutible es si fue monje, aunque V. Grossi cree que pudo serlo de
la especie seglar no cenobítica. Gozó de gran predicamento entre las grandes
familias romanas. En el 410, tras el saqueo de Roma, se refugió en África y de
allí pasó a Jerusalén. A fines del 415 dos obispos galos exilados, Eros y Lázaro
de Aix, acusaron en Dióscopolis a Pelagio de defender la posibilidad de
impecabilidad real del hombre en base a su libre albedrío y a su capacidad de
obedecer los mandamientos divinos. La disputa, planteada magistralmente por
Pelagio, que se distanció de Celestio, concluyó con la absolución de éste. No
obstante, su Cartilla de defensa llegó a Agustín provocando la reacción de
cinco obispos africanos que suplicaron a Inocencio I que condenara a Pelagio,
lo que aquél hizo manifestando, no obstante, que esperaba que cambiara de
postura. Muerto Inocencio el 417, le sucedió Zósimo, que convocó a
Pelagio y a Celestio en la basílica de san Clemente para aquel mismo año. Estos adoptaron una línea de defensa de nuevo brillantísima hasta el punto de no sólo salir absueltos sino también de lograr la revocación de la condena de Celestio del 411. Los africanos convocaron entonces un concilio en su continente, donde se elaboró un volumen que fue llevado a Roma para exigir la condena de Pelagio y Celestio. Zósimo respondió en el 418 no cediendo a las pretensiones de los africanos. Estos recurrieron entonces a Ravena, de donde emanó un rescripto de condena de 30 de abril del 418 y otro más a final de aquel mismo año. El concilio de Cartago de aquel mismo año condenó varias proposiciones pelagianas, lo que unido a la postura imperial llevó a Zósimo a escribir su carta Tractoria del 418, en la que hacía suyas las decisiones de Cartago y pedía la adhesión de las principales sedes episcopales de Oriente y Occidente. Pelagio se refugió en Egipto. El 425, Valentiniano III dictó un rescripto contra los pelagianos del sur de las Galias, y finalmente el concilio de Efeso anatematizó las tesis pelagianas. Los papas Bonifacio y Celestino adoptaron la línea del concilio de Cartago y de la Tractoria de Zósimo.
Pelagio y a Celestio en la basílica de san Clemente para aquel mismo año. Estos adoptaron una línea de defensa de nuevo brillantísima hasta el punto de no sólo salir absueltos sino también de lograr la revocación de la condena de Celestio del 411. Los africanos convocaron entonces un concilio en su continente, donde se elaboró un volumen que fue llevado a Roma para exigir la condena de Pelagio y Celestio. Zósimo respondió en el 418 no cediendo a las pretensiones de los africanos. Estos recurrieron entonces a Ravena, de donde emanó un rescripto de condena de 30 de abril del 418 y otro más a final de aquel mismo año. El concilio de Cartago de aquel mismo año condenó varias proposiciones pelagianas, lo que unido a la postura imperial llevó a Zósimo a escribir su carta Tractoria del 418, en la que hacía suyas las decisiones de Cartago y pedía la adhesión de las principales sedes episcopales de Oriente y Occidente. Pelagio se refugió en Egipto. El 425, Valentiniano III dictó un rescripto contra los pelagianos del sur de las Galias, y finalmente el concilio de Efeso anatematizó las tesis pelagianas. Los papas Bonifacio y Celestino adoptaron la línea del concilio de Cartago y de la Tractoria de Zósimo.
Se ha dividido
la teología pelagiana en tres períodos que serían antes del 411, entre el 411 y
el 418 y después del 418 respectivamente. En la primera fase Pelagio se declara
creyente en una predestinación que deriva de los merecimientos derivados de la
observancia de los preceptos divinos con la libertad personal que hay en la
naturaleza humana. Dios predestina para salvación a los que sabe que
obedecerán, a los que conoce que soportarán sin desfallecer todos los
sufrimientos que les puedan venir por ser fieles cristianos. En un segundo
período, Pelagio se niega a creer en un traducianismo del pecado original con lo
que choca, entre otras cosas, con la práctica del bautismo de infantes
precisamente destinado a borrar tal pecado del niño y sostiene que todo hombre
nace en la misma condición que Adán la muerte no es sino algo natural ya que el
pecado de éste no tuvo consecuencias para su posteridad que puede pecar o no.
Si los niños eran bautizados no era para remitirles un pecado, sino para
regenerarlos. La naturaleza humana tiene pues una posibilidad natural de hacer
el bien y evitar el mal algo que forzosamente tenía que chocar con la teología
de Agustín reduciéndose la gracia a la ley revelada por Dios para mostrarle lo
que debe hacer, la gracia queda pues prácticamente reducida a la libertad y la
salvación es algo obtenido por el hombre sobre la base de sus propios y únicos
esfuerzos. Con posterioridad a Pelagio (post 418), las posturas irían
radicalizándose progresivamente tanto en torno a la herejía del
predestinacionismo (Dios predestina a unos a salvarse y a otros a condenarse,
Cristo no murió por todos sino sólo por los salvos, Dios no desea la salvación
para todos, etc.) condenada en el concilio de Arles en el 473 y recuperada por
Calvino en el s. XVII en su Institución de la religión cristiana y por el
sínodo.
Referencias Bibliográficas:
Bernardino A,
“Patrología III la edad de oro de la literatura patrística Latina” editorial Biblioteca
de Autores Cristianos, Tercera Edición, Madrid 1977.
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