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Facultad
de Teología de la USTA/Asignatura: Patrología
Seminarista:
Michael Daniel Cuevas
Bogotá:
22 de Abril de 2015.
El
primero concilio de Constantinopla (a.381)
Se define la divinidad del ES y se
completa el símbolo niceno dándole la redacción conocida como Símbolo
Nicenoconstantinopolitano. Este símbolo adquiere su actual rango teológico al
ser aceptado solemnemente por el concilio de Calcedonia (a. 451). De este símbolo
nos interesa en este momento la doctrina pneumatológico, que constituye su nota
más característica:
Del espíritu Santo se confiesa:
“y (creemos) en el ES, el señor,
vivificante, el que procede del Padre, el coadorado y conglorificado con el
Padre y el hijo, el que habló por los profetas: en una santa, católica y
apostólica Iglesia”.
Se define, en primer lugar la divinidad
del ES. La divinidad del Espíritu santo ya viene insinuada precisamente en el
calificativo que acompaña la mención del Espíritu: Santo. Este calificativo se
le da desde el NT (Lc 1,35; Jn 14,26) y
tomado en su radicalidad lo muestra como persona divina: solo Dios es
Santo. Es esta santidad absoluta lo que le permite ser santificador en sentido
absoluto y divinizador del hombre. Esta argumentación es usada por San Basilio.
Y al afirmar su fe en la santidad del Espíritu la Iglesia está afirmando su fe
en su propia sanidad y en el poder santificador del Bautismo.
• El
Espíritu es Señor y por tanto, n pertenece al nivel de las creaturas, es decir,
no es un espíritu servidor como los ángeles, sino se encuentra en la esfera del
señorío divino.
• El
Espíritu es dador de vida o vivificador, por tanto, el hecho de que la obra del
Espíritu Santo es la santificación, y esto lleva consigo que el hombre es
re-creado, es hecho, nueva creatura en Cristo, hasta la perfecta redención del
cuerpo, es decir la resurrección de los cuerpos, que tendrá lugar por obra del
Espíritu (Rm 8,11).
• El
Espíritu que procede del Padre, como es obvio, está puesta para mostrar el
origen divino del Espíritu Santo. El Espíritu procede, pero sin ser engendrado;
procede, pero no es hecho, ni creado. Se recoge aquí la afirmación hecha por el
mismo Jesucristo contenida en Jn 15, 26-27 “el Espíritu que procede del Padre”,
y la exposición de Gregorio de Nacianzo.
• Afirma
la homotimia o adorabilidad del Espíritu Santo, con el Padre y el hijo, este
argumento siempre fue muy importante ya que era respuesta a los pneumatómacos
que solo reconocían la adorabilidad, y por tanto la divinidad del hijo, pero no
la del Espíritu.
• Afirma
que hablo por los profetas tiene la misma intensión: reafirmar la divinidad del
Espíritu Santo, pues este argumentos, los profetas hablan inspirados por el
Espíritu, recurrieron también los Padres para reafirmar su divinidad.
En el símbolo, pues, se confiesa la
divinidad del Espíritu Santo atribuyendo al Espíritu Santo: a) un nombre
divino: Señor; b) funciones divinas dar la Vida; c) un origen inmanente del
Padre: Procede; d) una igualdad de adoración.
Finalmente, en el primer canon del
Concilio se condenan explícitamente a los sabelianos, los arrianos, y los
macedonianos, con lo que la negación de la divinidad del Espíritu quedó
definitivamente sobrepasada.
Referencias Bibliográficas:
J. Quasten, “Patrología II, La edad de
oro de la literatura patrística griega”, Editorial Biblioteca de Autores
Cristianos, Tercera Edición, España-Madrid 1986.
L. Mateo-Seco, “Dios uno y Trino”
editorial EUNSA, Tercera Edición, Pamplona 2008.
C. Izquierdo, J. Burggraf y F.
Arocena,“Diccionario de teología” Editorial EUNSA, Primera Edición, Pamplona
2006
J. Sayés, Comprender la Trinidad, San pablo,
Madrid 2013.
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