viernes, 9 de octubre de 2015

Teología de Apolinar de Laodicea.


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Facultad de Teología de la USTA/Asignatura: Patrología
Seminarista: Michael Daniel Cuevas
Bogotá: 22 de mayo de 2015.
Teología de Apolinar de Laodicea.
Apolinar es autor de la primera gran herejía cristológica. Nació en Laodicea de Siria hacia el año 310, hijo de un presbítero y gramático llamado asimismo Apolinar. Fue íntimo amigo de San Atanasio, lo que le valió ser excomulgado el 342 por Georgio, obispo arriano de su ciudad natal. Sin embargo, el 346 pudo recibir a Atanasio a su vuelta del exilio, y hacia el año 361 fue elegido obispo de la comunidad nicena de Laodicea, cargo que ocupó hasta su muerte. Tuvo gran éxito como profesor que sabía combinar la erudición clásica con la habilidad retórica, hasta el punto de contar entre sus alumnos en Antioquía a San Jerónimo el año 374 (cf. Ep. 84,3). Uno de los escritores eclesiásticos más fecundos y versátiles de su tiempo, combatió a los arrianos al flanco de Atanasio y Basilio Magno, hasta que él mismo fue condenado al final como hereje.
En la Obras exegéticas sólo quedan Comentarios a los libros del Antiguo y Nuevo Testamento fragmentos diseminados en numerosas catenae, donde esperan una mano que los reúna y edite críticamente. Sus obras apologéticas se cuenta con treinta libros contra el neoplatónico Porfirio. San Jerónimo dice (De vir. ill. 104) que “se los consideraba generalmente como una de sus mejores obras”; Filostorgio no duda en declarar (Hist. eccl. 8,14) que los tratados escritos anteriormente contra Porfirio por Metodio (cf. vol.1 p.429) y por Eusebio quedaron eclipsados por la gran refutación de Apolinar.
  
     Otra obra apologética, titulada La Verdad, la dirigió contra el emperador Juliano. Probaba en ella, sin recurrir a la autoridad de la Escritura y sólo por argumentos de razón, que los filósofos paganos, en los cuales se apoyaba el emperador, estuvieron muy lejos de haber alcanzado ideas justas sobre Dios (SOZOMENO, Hisl. eccl. 5,18). Sus obras polémicas
Sólo sabemos de unos pocos escritos antiheréticos. Uno de ellos iba dirigido contra el obispo arriano Eunomio de Cícico (cf. supra, p.321), y otro contra Marcelo de Ancira (cf. supra, p.207), a quien acusó de sabelianismo (jerónimo, De vir. ill. 86). Se han salvado solamente los títulos. En cambio, se conservan algunos fragmentos de sus tratados contra Diodoro de Tarso y contra Flaviano de Antioquía, donde defendía la unidad de divinidad y humanidad en Cristo. Sus obras dogmáticas a primera vista resultan extraño que se haya conservado el texto íntegro de algunas de sus obras donde se encuentran sus errores cristológicos.
       Una Profesión detallada de fe. Atribuida a Gregorio Taumaturgo. A San Atanasio le fueron atribuidas tres obras: 1) Un sermón de Epifanía, titulado Quod unus sit Christus; 2) De incarnatione Dei Verbi, y 3) una Profesión de fe dirigida al emperador Joviano. Bajo el nombre del papa Julio I (337-352) se han podido descubrir tres obras: 1) De unione corporis et divinitatis in Christo; 2) De fide et incarnatione, y 3) una extensa carta dirigida al presbítero Dionisio. Su obra dogmática más importante se puede reconstruir en parte gracias a la refutación de Gregorio de Nisa en su Antirrheticus. Su título era Demostración de la encarnación de Dios según la imagen de Dios. La compuso entre los años 376 y 380. Seguía en ella la división tripartita del hombre, que había puesto en circulación Platón: cuerpo, alma y espíritu. Gregorio rechaza esta “tricotomía,” basándose en que la Escritura sólo reconoce una “dicotomía” en cuerpo y alma, como puede verse en la narración de la creación del hombre en el Génesis y en la narración de la muerte del Señor en los Evangelios (Antirrhet. 8,35). Del diálogo 5 pseudoatanasiano De sancta Trinitate se puede entresacar un corto tratado, Recapitulatio. Resume las principales doctrinas cristológicas y es, al parecer, un epítome de una obra más extensa que ya no existe En florilegios y en citas de otros autores se conservan numerosos fragmentos de sus estudios cristológicos. Por ejemplo, el Eranistes de Teodoreto contiene algunos fragmentos muy extensos.
Su Teología representa la forma científica de un monofisitismo simplista basado en la antropología de Platón. Ambas interpretaciones no tienen en cuenta sus razones últimas. Sus obras nos le muestran como un teólogo de mente penetrante y reflexiva y de una habilidad dialéctica excepcional. Su filosofía es sincretista, que combina elementos tanto peripatéticos como estoicos. Fue su oposición a los arrianos la que le llevó a inventar su teoría.
       Uno de sus principales motivos fue su celo por la absoluta unidad de la divinidad y de la humanidad en Cristo y por la divinidad del Redentor. Vio un posible peligro contra estos dogmas en la doctrina de los arrianos sobre el desarrollo y crecimiento moral en la vida de Cristo. La doctrina corriente en la escuela de Antioquía no le satisfacía, y quiso buscar una solución mejor que excluyera toda tendencia a interpretar como una doble personalidad la estrecha unión de Dios y hombre en Cristo. El miedo a separar las dos naturalezas y el deseo de comprender lo más profundamente posible la unidad del Logos encarnado dominaron todo su pensamiento. Por esta razón recurre a las actas del sínodo del año 268, que condenó a Pablo de Samosata y su herejía.
       Sin embargo, su propia teoría no era en absoluto una solución. Su error fundamental consistía en la mutilación de la humanidad de Cristo. Siguiendo a Platón, afirmaba que en ei hombre coexisten cuerpo, alma y espíritu (voto). El segundo de estos tres elementos es el alma irracional o animal, el principio de la vida; el tercero, el espíritu o mente, es el alma racional, el principio determinante, que controla. Segun Apolinar, en Cristo se daban el cuerpo humano y el alma irracional, los dos primeros elementos; pero no así el tercero, el espíritu humano o alma racional, estando éste reemplazado por el Logos divino. De esta manera poseía la divinidad completa, pero su humanidad era incompleta. Esta solución le parecía a Apolinar que daba cuenta de todas las dificultades e interpretaba correctamente el pasaje del prólogo del evangelio de San Juan: “El Verbo se hizo carne,” que significa que la divinidad del Logos se unió solamente a la corporalidad del hombre y habitó como alma en el cuerpo que recibiera de la Virgen María. Cristo no pudo tener una humanidad completa por dos razones. La razón metafísica es que dos seres perfectos, Dios y hombre, no pueden producir una unidad, sino sólo un ser híbrido. Por esta razón considera absurda la doctrina de la unión de la divinidad perfecta con la humanidad perfecta en una sola persona, porque dos enteros no pueden estar en un solo entero. La razón psicológica es que el alma racional constituye la sede y el centro del poder de autodeterminarse para el bien o para el mal, lo cual atribuiría a Cristo la posibilidad de pecar. Mas el Salvador tiene que permanecer sin pecado si es que ha de realizarse la redención. Apolinar estaba convencido de que en Cristo no había más que una sola naturaleza, la única naturaleza encarnada del Verbo Dios, porque, para la, “naturaleza” completa es lo mismo que “persona”. Pero no cabe duda de que Apolinar pensó en una única unidad leal y biológica en Cristo, que une directamente la divinidad con su cuerpo y forma una sola naturaleza. Vio en esta fórmula la única genuina explicación de la communicatio idiomatum, de la concepción virginal, del poder redentor de la muerte de Cristo y del carácter salvífico de su carne, que recibimos en la Cena del Señor. En De fide et incarn. 6 (ed. Lietzmann 198/9) afirma lo siguiente: “No hay separación entre el Logos y su carne mencionada en las Sagradas Escrituras, sino que el mismo es una sola physis, una sola hypostasis, un solo poder, un solo prosopon, perfecto Dios y perfecto hombre.”
       Su solución satisfizo a las inteligencias superficiales y racionalistas, porque parecía responder con facilidad a una difícil cuestión y aportar una prueba evidente en favor de la impecabilidad de Cristo. Se explica, pues, que hiciera adeptos en las distintas provincias de Oriente, aun entre obispos. Pero pronto surgieron las dudas, porque su atrevida teoría estaba en contradicción directa con la doctrina de la Iglesia sobre la humanidad completa y perfecta de Cristo. Al negar a la persona de Cristo un alma humana, el elemento más importante de la naturaleza humana, Apolinar vaciaba de su significado la encarnación y la redención. Por eso Atanasio, Basilio Magno, Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa, Diodoro de Tarso y Teodoro de Mopsuestia escribieron sendas refutaciones. En el sínodo de Alejandría del año 352 se rechazó una doctrina parecida a la de Apolinar formulando la tesis de que “el Salvador no poseyó un cuerpo sin alma, sin percepción sensorial ni entendimiento. Como el Salvador se encarnó por nosotros, era imposible que su cuerpo careciera de inteligencia (νoυς). Además, no fue sólo el cuerpo el que fue redimido por el Logos, sino también el alma.” Sus errores pasaron inadvertidos por largo tiempo a causa de su amistad con Atanasio y su fama de teólogo. Su doctrina no fue censurada explícitamente hasta los años 377 y 382 en dos sínodos romanos bajo el papa Dámasco. Finalmente, fue condenada en el concilio ecuménico Constantinopla el 381 y debió de morir hacia el 390.

Referencias Bibliográficas:
Quasten J, “Patrología II la edad de oro de la literatura patrística griega” editorial Biblioteca de Autores Cristianos, Tercera Edición, Madrid 1977.


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