viernes, 9 de octubre de 2015

Teología de Arrio.


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Facultad de Teología de la USTA/Asignatura: Patrología
Seminarista: Michael Daniel Cuevas
Bogotá: 3 de junio de 2015.
Ensayo sobre Teología de Arrio.
Arrio nació en 256, era oriundo de Libia, se formó en Antioquía, en la escuela de Luciano, de Antioquía paso a Alejandría, en donde fue ordenado diacono y más tarde sacerdote (312), fue destinado a la iglesia de San Baucalis. En el año de 318 iniciaron la controversia por sus sermones, que negaban la divinidad de Cristo, colocándose abiertamente en contra de la tradición de la Iglesia. Arrio era un hombre muy preparado he inteligente, seguramente más preparado que el joven Atanasio, que fue su máximo oponente.
Obras: Escribió una carta a Eusebio de Nicomedia amigo y antiguo compañero suyo en la que da su versión del incidente con Alejandro de Alejandría; otra, dirigida a éste último, exponiéndole de manera cortés su teología, y una obra titulada El Banquete de la que sólo nos han llegado fragmentos. También conocemos una carta que dirigió a Constantino, en la que intentaba probar su ortodoxia. Todas las obras se han conservado transmitidas en el cuerpo de obras de otros autores.

Teología: Presentadas muchas veces y de manera errónea como una teología que pretendía fundamentalmente revalorizar la humanidad de Cristo, las tesis arrianas constituían, en realidad, un híbrido de paganismo y cristianismo. Partiendo erróneamente de la base de que Dios no sólo no puede ser creado sino que además debe ser ingénito, negaba la plena divinidad del Hijo. Ahora bien, dado que tanto la Escritura como la teología cristiana habían abogado de manera unánime siempre por defender que el Hijo era Dios, Arrio optó por considerarlo “dios,” es decir, un ser dotado de divinidad pero creado, que tuvo principio y que no era de la misma sustancia que el Padre. El Logos era así un ser creado intermedio entre Dios y el cosmos. El Espíritu Santo era una criatura del Logos y menos divina que éste — que se hizo carne en el sentido de cumplir en Cristo la función de alma. La tesis, que tomaba mucho del neoplatonismo, que pretendía la existencia de una serie de seres intermedios entre Dios y la creación, fue aceptada por muchos en cuanto tendía un puente claro de conexión con el paganismo (tal fue el caso finalmente de Constantino).
Antes de Arrio ya existía un cierto subordinacionismo en el sentido de que, aun afirmando que el Hijo es igual al Padre, se decía que el Logos es la primera emanación brotada del Padre y subordinada a Él. Si el subordinacionismo de expresión, ahora, con Arrio, se trata de subordinacionismo ontológico: Cristo no es Dios. Uno de los argumentos de Arrio que parecía irrefutable era el siguiente: nosotros somos monoteístas, pero, si junto a nuestro único Dios que es Padre, aceptamos que Jesús es Dios, rompemos el monoteísmo. Si otro ser participase de la naturaleza divina, tendríamos varios dioses, cuando la Divinidad es una por definición.
Arrio continuaba con su teoría, en la que manifestaba que solo el Padre es eterno y solo él es Dios, pues solo él es ingénito y sin principio. El Hijo ha sido engendrado en el principio, no es verdaderamente Dios: “Dios no ha sido siempre Padre, sino que hubo un tiempo en el que estaba solo y no era todavía Padre. Después se hizo Padre. El Hijo no existió siempre… Hubo un tiempo en el que no existía; no existía antes de nacer, sino que tuvo un inicio, el de la creación. Según Arrio, Cristo no es de naturaleza divina, es el principio de todas las creaturas y Dios después de haberlo creado lo adopto como Hijo. Este no tiene nada consustancial propio de Dios. De hecho no es ni igual ni consustancial a él. El Padre es extraño al Hijo en cuanto esencia, porque es sin principio. Para Arrio Crear y Engendrar serán sinónimos de producir.
Arrio niega que sea posible la generación de Dios. Dios es eterno, tiene que ser por tanto, ingendrado, pues el engendrante es posterior al engendrante y por ello, inferior al engendrante. Arrio se vuelve incapaz de trascender la generación material. Una generación en el seno de la divinidad comportaría división en Dios mismo.
Arrio hizo una lectura errada del pasaje bíblico (Jn 14,28); entendiendo el texto en el sentido de que Cristo es una criatura del Padre. Para entender mejor esta doctrina se debe entender la función del demiurgo platónico. Cristo es este demiurgo platónico que ha sido creado intermediario entre Dios y el mundo y como instrumento en la creación de los demás seres. No es Dios por naturaleza sino por adopción o gracia, que adquirió por sus méritos.
El arrianismo es fruto del racionalismo frente a la originalidad cristiana, como dice B. Forte, “al colocar al Hijo al lado de las criaturas, aunque en posición de prioridad respecto de ellas y de mediación entre Dios y el mundo, Arrio satisface las exigencias del pensamiento medioplatonico, pero disipa el escándalo cristiano de la identidad en contradicción entre el nazareno crucificado y el Hijo de Dios.
Esto trajo como consecuencia una persecución frontal a la doctrina arriana, cuando se les invito a retractarse Arrio y sus seguidores se negaron y el obispo de Alejandría convoco un sínodo en 318, en el cual se le condeno y se le excomulgo Arrio, intento ganar más adeptos entre sus antiguos compañeros, algunos ya eran obispo como Eusebio de Nicomedia, toda esta ruptura trajo consigo a que se convocara el primero concilio celebrado Nicea en el cual participaron unos 300 Obispo, aquí se reafirmó la condena a la doctrina arriana y se redacto el símbolo de Nicea.
El emperador desterró a Arrio a Iliria, y le llamo de nuevo en el año 328, los obispos reunidos en el sínodo de Tiro y Jerusalén, decidieron admitirle de nuevo y rehabilitarlo como clérigo, Constantino ordeno al obispo de Constantinopla ordeno que se le reconciliara Solemnemente pero este murió repentinamente en la víspera del día señalado 336.
La doctrina arriana trajo para la Iglesia un antes y un después y pasaron años para que esta herejía fuese derrotada con los concilios subsiguientes.

Referencias bibliográficas:
J. Quasten, “Patrología II, La edad de oro de la literatura patrística griega”, Editorial Biblioteca de Autores Cristianos, Tercera Edición, España-Madrid 1986.
B. Forte, Jesús de Nazaret, Historia de Dios, Dios de la historia, San Pablo, Madrid 1989.
J. Sayés, Comprender la Trinidad, San pablo, Madrid 2013.


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