viernes, 9 de octubre de 2015

Teología Donatista.


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Facultad de Teología de la USTA/Asignatura: Patrología
Seminarista: Michael Daniel Cuevas
Bogotá: 22 de mayo de 2015.
Teología Donatista.
A la muerte de Mensurio, en el 311, tres obispos africanos eligieron como sucesor suyo al diácono Ceciliano, lo que provocó una reacción contraria de los cristianos extremistas, que alegaron en contra de Ceciliano su condición de traditor. Reunidos en Cartago 70 obispos de Numidia, anularon la elección de Ceciliano y en el 312 eligieron a Mayorino, presuntamente convencidos por los sobornos de Lucila, una acaudalada matrona enemistada con Ceciliano. Al fallecer en breve Mayorino, la sucesión recayó sobre Donato. En el 313, los donatistas recurrieron a Constantino para que los obispos galos mediaran en una solución al problema. En octubre de aquel mismo año, se reunieron en Roma varios obispos galos e italianos, bajo la presidencia del obispo de la ciudad, Milcíades, decidiendo en favor de Ceciliano. Los donatistas apelaron a la autoridad de un concilio que se celebró en Arles en el 314 y que, también, les deparó un adverso resultado. En el 316 Constantino optó por emplear contra ellos la fuerza, exilando a sus dirigentes. Con todo, el cisma no concluyó. De hecho, en el 321 Constantino proclamó un edicto de tolerancia permitiendo regresar a los desterrados. En el
cuarto de siglo posterior, Donato, que comparte la opinión de muchos cristianos africanos contrarios a las intervenciones imperiales en la vida de la Iglesia y que sigue viendo al poder político como algo anticristiano y ahora incrustado en el seno de la comunidad cristiana, creó toda una estructura eclesial paralela, convencida de ser la iglesia pura frente a la relajada y semiapóstata. En el 347, Constante envió a dos funcionarios, Macario y Paulo, para que acabaran con el cisma. Donato se opuso a aquella intervención imperial en un asunto religioso, y la respuesta de Macario fue la persecución del donatismo, persiguiendo a los miembros de las comunidades y desterrando a los dirigentes como Donato. Al autorizar en el 362 Juliano la vuelta de los desterrados, Parmeniano (m. 391) reorganiza el movimiento donatista y coloca al sector católico en una postura minoritaria y débil de la que sólo saldrá a finales del s. IV con Aurelio de Cartago y Agustín de Hipona que, no obstante, muy posiblemente no se hubieran alzado con el triunfo de no contar con el apoyo militar del emperador. Tras el concilio de Cartago del 404, Honorio promulgó en el 405 un edicto contra los cismáticos. En el 411, una conferencia conjunta de católicos y donatistas celebrada en Cartago concluyó con la victoria de los primeros, ya que el nuevo dirigente donatista, Petiliano de Constantina, no sólo no estaba a la altura de sus antecesores Donato y Parmeniano, sino que además el bando católico contaba con toda la panoplia teológica desarrollada por Agustín de Hipona. Aquel revés de los cismáticos animó a Honorio a promulgar al año siguiente otro edicto represivo contra los mismos. En relativamente poco tiempo, el movimiento donatista se vio aplastado por las fuerzas imperiales degenerando en los últimos años en grupos armados dedicados al bandidaje como los circumcelliones cuyo interés parece haber sido ya más nacionalista y social que religioso.

Referencias Bibliográficas:
Bernardino A, “Patrología III la edad de oro de la literatura patrística Latina” editorial Biblioteca de Autores Cristianos, Tercera Edición, Madrid 1977.


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